En l’article que dijous passat escribia Borja-Villel, en el suplement cultural de El Mundo, comentat la cúpula que Barceló a pintat a Ginebra, he trobat aquesta definició d’art que em sembla força interessant. El paràgraf és una mica llarg, però crec que val la pena:
“Zuloaga y Sorolla alcanzaron un remarcable éxito social en España y Estados Unidos. Retrataron a toda una generación de literatos, artistas y personajes de la aristocracia y de la alta burguesía. Partiendo de lenguajes finiseculares, simbolista uno y supuestamente realista el otro, pretendieron reflejar el alma de un país a través de la expresividad del gesto y la inmediatez de la luz. Pero, a pesar de su notoriedad, ambos se quedaron a mitad de camino y su legado estético no pasa de ser un conjunto de tópicos románticos y costumbristas sobre el pueblo español. Carentes de la intensidad de un Van Gogh o un Manet, por poner sólo dos ejemplos, sus paisajes y retratos tienen bastante de viñeta e ilustración y muy poco de esa ambigüedad radical que hace que una obra de arte sea tal. Cuando una pintura busca la representación de la realidad, ésta no se sustenta en la semejanza, sino en la tensión que ocasiona toda traducción“.
[Manuel Borja-Villel: Cien años no son nada. El Cultural, 27-11-2008, pàg. 27]